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jueves, 21 de enero de 2016

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Postcrossing

Piensen cuando fue la última vez que recibieron una postal, y no me refiero a una electrónica, sino a las clásicos y coloridas postales de toda la vida. Bastante, ¿no? En mi caso, creo que más de veinte años... con suerte. Pero cuando pensé que el arte de escribir a mano, o al menos el arte de escribir postales, se estaba acabando, descubrí Postcrossing, y me enamoré de la idea.


Postcrossing es una red que te permite enviar y recibir postales a y de todo el mundo. Me parece una forma maravillosa de conectar personas y conocer pedacitos del mundo en sendos rectangulitos de cartón, con cordiales mensajes del otro lado y sellos exóticos. Nada de texting, emailing o redes sociales: cartón, lapiz y letra manuscrita.

El procedimiento es sencillo: luego de crear tu perfil de usuario, el sitio te da la dirección de un total desconocido, elegido al azar, a quien enviarle una postal; cuando esta postal haya llegado a destino ya estás en condiciones de que algún otro total desconocido te envíe una a ti. En general los

210 países
601,851 miembros
33,688,999 postales recibidas
470,555 postales en viaje
170,253,337,117 km recorridos
4,248,368 vueltas alrededor del mundo!

envíos son entre extraños, pero tiene la opción de indicar que te gustaría que el intercambio fuera más personal.

Esta iniciativa nació en el 2005 de la mano de Paulo Magalhães, un estudiante portugués que quería recibir más postales en su buzón. Después de diez años, Postcrossing tiene más de medio millón de usuarios registrados, ¡y casi 34 millones de postales enviadas!

Siempre me gustó recibir postales, y recuerdo que cuando era adolescente me carteaba con primos que vivían en el exterior. Todavía tengo muchas de las cartas y tarjetas recibidas en aquel entonces, preservadas entre las hojas de un diario de viaje que solía escribir y que guardo como un tesoro.

Hoy en día esta costumbre se ha perdido; es muy fácil publicar algo en Facebook (por mencionar la red social más popular en estos tiempos); anunciarle al mundo tus sentimientos, mostrar fotos, contar experiencias... ¿Te fuiste de viaje? Genial, publicá tus fotos y recibí decenas de ‘likes’. ¿Se murió tu hamster? Una elegía pública es seguro merecedora de más me gusta que tu viaje (disculpen la falta de respeto, pero es verdad). Aniversarios, nacimientos, logros, reproches, pataleos, todo se entrevera en el cambalache que es Facebook, y todo se vuelve tan... anónimo y multitudinario, que a casi nadie le importa demasiado.

Creo que tomarse el trabajo de elegir y comprar una tarjeta, escribir algo lindo en ella, llevarla al correo y despacharla, todo eso para alguien en especial, solamente una persona, tiene mucho valor. Ni hablar de cuando las tarjetas comiencen a llegar, me hace mucha ilusión eso de que mi buzón se llene de sorpresas. Les prometo que cuando reciba mi primera postal, la voy a compartir con ustedes.  J

El tema es que ya me registré y me acaban de dar mi primera dirección: Ana en Rusia. ¡Mi postal va a recorrer 13.312 km! Excelente.


Y ustedes, ¿se animan a participar?

lunes, 18 de enero de 2016

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Reencuentros y recuerdos

Hace muy poco, y por medio del Facebook, me volví a encontrar con uno de esos antiguos compañeros de clase que una recuerda siempre, seguramente porque me gustaba mucho –aunque él solo tuviera ojos para la morocha de pelo largo preciosa que se sentaba en la primera fila [#bruja].

Gabriel emigró a Brasil hace años, es fotógrafo profesional, y se especializa en fotos de olas y surfistas. Tiene un ojo increíble

y el pulso perfecto para sacar fotografías del océano, tanto dentro como fuera el él; sabe captar el momento único en que rompe la ola, la tabla parece suspendida sobre la espuma, o el sol se vuelve uno con el agua. No hay dudas de que la fotografía es un arte, y Gabriel un artista.

Hace poco le hice llegar mi honesta admiración en un comentario. Él me recordó a nuestra profesora de dibujo en cuarto año del secundario. Ella había sido una gran influencia en sus opciones, en su artes, sobre todo en las imágenes del mar. Yo, la verdad, me había olvidado completamente de ella; es como si no hubiera existido.

Eso me hizo pensar. Es increíble cómo la gente puede dejar huellas tan profundas en algunos y desaparecer de la memoria de otros.

Ojalá en algún momento, algún alumno me recuerde con tanto cariño como Gabriel la recuerda a ella.


Si quieren conocer más sobre el trabajo de Gabriel:
Facebook: GUEL imagensúmidas
Instagram: GUEL imagensúmidas







domingo, 10 de enero de 2016

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Adolescente literata

“Mamá, ¿qué es una insuficiencia cardíaca?”
“Es cuando una persona tiene problemas en el corazón.”
“¿Y cuáles son los síntomas?”
“Bueno, depende; a veces puede tener dolor en el pecho, o el corazón puede ir muy rápido, o muy despacio, o a veces el ritmo varía… ¿Para qué querés saber, te pasa algo?”
“No. Es que quiero matar a mi protagonista y pensé en que le diera un ataque al corazón.”

Pasado el microsegundo en el que pensé que mi hija tenía problemas cardíacos, me di cuenta de lo poco que sabía sobre las enfermedades del corazón y le recomendé que buscara en Wikipedia; para así informarse bien y decidir qué tipo de afección quería que sufriera su pobre creación, mientras me preguntaba qué habría hecho para merecer su muerte.

Porque desde hace un par de años, Alessa escribe. Y escribe, y escribe. Lleva varios libros(las comillas no subestiman, es solo que ella le llama libros a historias más o menos cortas) publicados en Wattpad, una aplicación justamente para leer y escribir.

No es raro verla sumergida en su tablet o teléfono en pleno proceso creativo, y de vez en cuando haciéndome alguna pregunta: “¿cómo es que se le dice a eso que hacen para resucitar a la gente?” “¿cómo describirías este vestido, mamá?” “¿qué idioma hablan en Sudáfrica?” “Qué quiere decir CTI?”


Y si no está escribiendo, está leyendo -horas y horas de lectura- o mirando series de TV, o animes en la computadora. Es fanática de Teen Wolf’, ‘Death Note’  y ‘Batman’. Le encantan las novelas llenas de licántropos, sirenas y vampiros adolescentes; shippea a Larry Stylinson (o sea, fantasea con un romance entre Louis y Harry, miembros de One Direction), está enamorada de Dylan O’Brien, y dice que no va a tener novio porque sus compañeros son muy aburridos.

“Yo quiero aventuras, mamá. Un hombre lobo o un vampiro. Que no me vengan con invitaciones al baile o a ir a la rambla; la literatura me ha arruinado,” me dice, mientras los ojos verdes, grandes como los de un insecto nocturno, le chispean en la cara, y me muestra los dientes cubiertos de brackets en una sonrisa bandida que va de oreja a oreja.

Alessa es malhumorada, graciosa y ocurrente, y la inteligencia le burbujea debajo de una muy estudiada -y conveniente- distracción. Como buena Leonina, quiere manejar la casa, y siempre se queda con la última palabra (aunque sea “sí, mamá”). Tiene la risa y el llanto fácil -lo que se hereda, no se roba- ¿y ya dije que era malhumorada? Eso tampoco lo robó, pero me supera ampliamente.

Está en esa edad en que todo es un quemo: no deja que la bese en público (pero cuando estamos solas parece un gatito mimoso) y se avergüenza si me oye gritar (o sea, siempre). Vive en su mundo; se aísla en su cuarto, escucha música demasiado fuerte, y lee hasta que amanece.

Se parece tanto a mí a esa edad que me asombra. Mi dios, ¡cómo quiero a esa niña!

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