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jueves, 18 de noviembre de 2010

13

Cumpleaños

Qué puedo decir? Esto del cumpleaños de Elisa está afectando mi tiempo de crear/escribir/publicar… pero ¿saben qué? Es este sábado, así que pueden imaginarse cómo ando: muy, muy, muy ocupada, pero por suerte prontito estaré muy, muy, muy desocupada.

Claro, es cierto que dejé la mayoría de las cosas para el final, pero bueno, yo funciono mejor así: bajo presión. Mi hija está como loca, mi ex está como loco, mis padres están como locos, y hasta mis compañeras de trabajo están como locas (no sé por qué, será de verme sin apuro, ellas no tienen que hacer nada igual)… y yo re tranquila, si igual que todo va a estar pronto en tiempo y forma, ¿para qué alterarme? Definitivamente, yo no soy una mujer 'Maitena'.

Pero voy bien. Ya hice y entregué todas las tarjetas. Terminé los 72 cNegritaentros de mesa y los 180 souvenirs (que quedaron preciosos, dicho sea de paso), falta ponerles las tarjetitas nomás; lo único que no está hecho es la decoración de la mesa de la torta, pero eso es fácil y rápido. Bueno, y el salón, pero eso será el sábado recién. No es tanto, ¿verdad?

Ya está pagado el salón, contratada la confitería, elegida la música para el DJ, el fotógrafo ya sabe cuándo y dónde estar, la ropa de todas está lista y colgada esperando usarse, el turno en la peluquería reservado, ¡y hasta he hecho dieta el último mes!

Es como cuando les enseño Present Perfect a mis alumnos y ejercitamos el already y el yet:

  • I already hired the band, but I haven’t decorated the ballroom yet.
  • I already got the dress, but I haven’t had my hair cut yet.
  • I already made the souvenirs, but I haven’t attached the greeting cards yet…

Y ta, se acabaron los todavías, todo lo demás son yas, así que no me preocupo. Una vez pasado el cumple volveré con más novedades -y alguna foto de la quinceañera. Prometido.




Ah, y ésta es la tarjeta, ¿está linda, no?

domingo, 7 de noviembre de 2010

22

Subjetividad

El viernes con mis alumnos discutíamos cuál era la ciudad del amor. Ellas sostenían que París, los varones decían que Roma. Yo les pregunté si conocían alguna de las dos, y en qué basaban su opinión. Quedaron en blanco. Entonces otra de mis alumnas, una de bajo perfil que se había mantenido en silencio, dijo: “la ciudad del amor es Piriápolis.” Cuando la atacaron a preguntas, se encogió de hombros y contestó: “mi novio vive en Piriápolis.”

Hoy temprano manejaba por la rambla, disfrutando del sol y del mar, y me sentí feliz. Definitivamente, la ciudad del amor es Piriápolis: acá me enamoré dos veces.

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