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sábado, 31 de octubre de 2009

15

Noche de Brujas

Era noche de brujas, temprano aún. Seguramente en alguna parte, más acogedora, de la ciudad, los niños andarían disfrazados y riendo. La costumbre estadounidense de pedir caramelos puerta por puerta se estaba asentando en el país, y Leandro no lo veía mal; nada que trajera un poco de alegría estaba mal; además, era la noche más segura del año si a eso íbamos. En noche de brujas los espectros reales no salen, es su noche libre.

“Hola amor, ¿te puedo ayudar en algo?”

Leandro giró sorprendido, y sonrió. Bueno, quizás se había equivocado, quizás algún espectro que otro salía esa noche al fin y al cabo.

Había una mujer recostada en el umbral oscuro de una casa al parecer abandonada; la brasa ardiente de su cigarrillo iluminaba de luz ambarina su rostro cada vez que pitaba, con un ritmo extraño. Un poco más lejos, cerca del cordón, otra mujer se ofrecía a los autos que pasaban.

“Mis pies saben lo que quiero,” se dijo a sí mismo, y casi pudo sentir como la testosterona invadía sus venas; sin reflexión mediante, sus pies lo habían acercado a esa a esa calle, donde sabían que podría encontrar cierto alivio. Lo necesitaba; acababa de dejar a la mujer que lo obsesionaba en su casa sola otra vez, sin expectativas de cruzar ese otro umbral al menos por un tiempo; pero éste... éste sí podría.

Esos mismos pies se dirigieron a la mujer, y se detuvieron a pocos pasos. Ella se acercó también, alejándose de la puerta, y él pudo ver su sonrisa afilada a la luz de la calle; le había parecido joven y fresca en la distancia y el abrigo de la oscuridad, pero ahora Leandro apreció que demasiado maquillaje intentaba cubrir sus años, y sobre todo, la palidez extrema de su piel, y esos dientes... Era lo que había sospechado, estaba seguro ahora. Al poderoso cóctel de testosterona en su sangre, se agregó una medida de adrenalina.

“¿Ayudarme? Creo que sí, ¿pero cuál seria el precio, linda? ¿Mi torrente sanguíneo entero?”

La mujer abrió mucho los ojos, seguramente sorprendida de haber sido descubierta, pero se recuperó rápidamente. Tiró el cigarrillo y lo apagó con la punta de su zapato barato. “Bueno, podríamos llegar a un acuerdo, tipo un trueque... tú das un chiquito, yo doy un chiquito...”

Leandro sonrió y se le acercó aun más. “Querida, mi parte no sería tan chiquita,” bromeó mientras le tomaba la mano y se la besaba como un caballero burlón; el olor rancio de su piel no muy limpia y helada casi le provocó nauseas, pero sostuvo sus labios contra ella un segundo más de lo necesario. No le pareció raro estar considerando coger a una no-muerta vieja en un umbral oscuro, ni le pareció aún más extraño que estuviera más excitado con la idea de estaquearla con madera que con carne mientras la gozaba; solo sabía que necesitaba aliviar la necesidad imperiosa que sentía.

La vampiresa se rió en un intento de seducción, y se acercó tanto que Leandro pudo aspirar su perfume ordinario, y el olor a viejo detrás. Una mano acarició las solapas de su campera y la otra aleteó sobre sus jeans; Leandro empujó contra esa mano y sonrió. Ella se le pegó para susurrarle al oído: “buen material, señor, creo que podemos llegar a un arreglo.”

“Creo que sí,” repitió él, mientras intentaba besarle el cuello y no respirar al mismo tiempo.

Rápida como una serpiente se apretó contra él, acariciándolo con sus caderas en un movimiento insinuante, aunque tenía suficiente experiencia para saber que este cliente no necesitaba incentivos, para enseguida alejarse otra vez.

Con la sangre golpeándole en las sienes y otras partes de su anatomía, Leandro se estiró para alcanzarla, pero ella rió de nuevo, negando con su cabeza. “Paciencia, señor,” le dijo; luego lo tomó de la mano, abrió la puerta contra la que había estado parada y lo guió hacia una habitación vacía que solo contenía un colchón en un rincón. Allí, la prostituta se levantó la pollera que quería parecer gótica, probablemente una concesión a la fecha que vivían, y se acomodó para recibirlo.

Demasiado excitado para que sus dedos funcionaran bien, Leandro peleó contra la hebilla del cinturón mientras se arrodillaba entre sus piernas. Estaba a punto de dejarse caer sobre la mujer cuando sus manos tocaron sus muslos; la carne demasiado blanca, fría y floja se sintió casi como un animal muerto pudriéndose a la sombra. La imagen de la piel tostada de otra mujer le lleno la mente: piel tibia y suave que seguramente olía a algo agradable, como flores o mar; nada más distinto que esta criatura patética que lo esperaba.

De repente se sintió asqueado por el efecto de la vampiresa en él y la culpa y el disgusto lo invadieron. Leandro la miró por un largo momento, tan largo que ella abrió los ojos, interrogante, aunque volvió a sonreír al ver que finalmente descendía sobre ella; una sonrisa que se congeló en su cara cuando se dio cuenta de que en vez de clavarla con su cuerpo, el hombre le clavaba una estaca de madera en el pecho. No tuvo tiempo de nada más.

Cuando el polvo que había sido ella se aquietó, Leandro se paró, subió el cierre de su pantalón y abrochó el cinturón, al tiempo que sacudía la cabeza como para aclarar su mente, aturdido por lo que había pasado. Aturdido y sorprendido. Nunca se había sentido así; nunca había sentido esa lujuria tiránica y ciega, ni tanto disgusto, ni había pasado del disgusto al placer con tanta rapidez. Hasta esa noche había hecho sus rondas en forma casi distante: encontrar vampiros u otros indeseables y matarlos era su trabajo, ni más ni menos, no dejaba que sus emociones se involucraran. Pero hoy... hoy hubiera matado a la vampiresa después de usarla, y lastimarla también; hoy estaba entusiasmado: le había gustado matar.

Frotó sus manos contra los pantalones, como tratando de limpiar la suciedad que el contacto con la vampiresa había dejado en ellas; y por algún extraño motivo, ese simple roce lo estremeció, las palmas de sus manos estaban más sensibles, hormigueantes. Algo estaba mal; no estaba pensando claramente, no estaba actuando normalmente, no era él. Algo estaba mal, pero... ¡qué bien se sentía! Sonrió; en realidad estaba relajado y contento, casi eufórico, como si realmente hubiera tenido un clímax sexual; la verdad era que no sabía si se sentiría mejor si se hubiera derramado entre esos muslos laxos y helados de lo que se sentía ya. Estaba más vivo que nunca, y no había nada malo en eso.

Leandro se dirigió a la puerta y salió de la habitación que ya se le hacía sofocante. Tal vez tendría suerte y algún otro vampiro, espectro o demonio se había atrevido a salir en noche de brujas. Tal vez podría volver a disfrutar esa sensación. Con paso decidido y una alegría nueva al caminar, se alejó del lugar, y no escuchó –o no le importó– el grito aterrado que provenía de detrás de la puerta.

Dentro de la habitación, la otra puta gritaba; el cuerpo inerte de su compañera yacía aún abierto para su cliente, y la sangre ya empapaba el colchón.

miércoles, 28 de octubre de 2009

4

320 caracteres máx...

Hoy estaba llenando un formulario en un sitio nuevo en el que me estaba registrando, y cuando llegué a la descripción me tranqué. El ítem exigía llenado: tenía el famoso asterisco de los campos obligatorios, y la consigna era: “Dinos cómo eres (320 caracteres máx.)” Generalmente esa parte no es obligatoria, o si lo es, te da pautas de tipo: ‘intereses, libros favoritos, películas favoritas, etc.’ No le suelo prestar demasiada atención, pongo lo primero que me viene a la mente, y sigo adelante, pero hoy no sé qué me pasó, me bloqueé.

Dinos cómo eres (320 caracteres máx.)... ¿Cómo puedo decirle a alguien cómo soy en 320 caracteres? Es absurdo. Es imposible resumir una persona en ese número ridículamente bajo de caracteres; ni que tuviéramos la silla de ‘Dollhouse’ y la capacidad de reducir una persona a un chip.

Así que me puse a escribir, a ver cuántos caracteres me llevaba describirme... y creo que me salí un poquito de control, sorry. Pero bueno, ya que lo hice; aquí está.

Soy librana, lo cual no quiere decir nada pero es una excusa para ser indecisa y un poco condescendiente. También soy desordenada, fastidiosa, muy malhumorada y maleducada en ocasiones – perdón, "malaprendida" según mi mamá (ella dice que me educó bien). Tengo manía con los olores: limones y tabaco encabezan la lista; colecciono perfumes cítricos y jabones de limón, y huelo hombres que fuman cada vez que puedo, me encantan... a propósito, ¿mencioné que soy repetitiva? Adoro a mis hijas, a mi familia y al Amigo; y a los feriados. Me gusta tener amigas (amigos no tengo... no en minúscula, al menos). Me gusta hablar de hombres medio tomada y recibir sms que me hacen hervir la sangre; aunque cuando me emborracho pierdo el equilibrio pero no la cabeza, y no suelto prenda – una borracha muy aburrida, dijera la Vaga. Me encantan los hombres y me encanta el sexo, pero me gusta vivir sola; adoro ser independiente, y gastar el dinero que gano solita en lo que se me ocurre sin dar cuentas a nadie, cocinar lo que se me antoja, y no planchar camisas XL ni mirar partidos de fútbol. Me fastidia que me toque, me bese o me abrace la gente que no es de mi circulo más intimo; y cuando estuve embarazada tenía un escudo invisible a mi alrededor, parecía la cinta de ‘no pasar’ que pone la policía alrededor de una escena de crimen: no soportaba que me tocaran la panza, que no era talismán de buena suerte. Me desagradan la playa, el sol y el calor, a pesar de vivir en un balneario. Soy casera; odio viajar, aunque me encanta llegar; me mareo en los ómnibus o los autos, a menos que maneje yo, y amo a mi madre por cederme el asiento delantero cuando viajo en su auto.

Me gusta dibujar, sobre todo caballitos para mi hija Alessa, con largas crines y jinetas románticas montándolos; me gusta trabajar la arcilla y sacar fotos a mis hijas. Y me gusta leer; sobre todo romances en las salas de espera. Los libros de vampiros me apasionan, y si los vampiros son románticos más todavía. Soy fan de Stephenie Meyer, aunque sus libros sean malos, porque me permitió discutir con Elisa, mi hija adolescente, a Edward, Bella, Jacob y todos esos otros personajes estereotipados y previsibles de sus novelas; definitivamente prefiero los vampiros de Stephen King o Joss Whedon. Me encanta ser madre, por más trabajo que dé. También me encanta ser mujer, pero desearía ser varón de vez en cuando, a ver cómo se ve el mundo desde sus ojos, cómo se sienten sus orgasmos o hacer pis parado. Me gusta el vino blanco con burbujitas y las masitas de dulce de leche, la tortilla de papas y los chorizos al pan, más si me los asa el Amigo. Me encantan las frutillas y más si vienen con besos. Odio los mariscos y la sobreproducción de insulina. Y las balanzas. Y mis cumpleaños, pero no mi torta de frutillas. Soy haragana, amén de anémica, cómoda y no me gusta madrugar, pero me encanta mi trabajo y no haría ninguna otra cosa; me llena de satisfacción ver cuando mis alumnos entienden, y logran cosas, aunque a veces tiraría alguno por la ventana.

Como ama de casa dejo bastante que desear. No me gusta limpiar y venero a Gaby, la chica que me ayuda con la tarea; si pudiera le construía un altar y la llamaba Santa Gaby. Pero me gusta cocinar, sobre todo postres, y experimentar: adoro mezclar cosas y que salga algo comible y disfrutable; lamento la herencia genética de mi ex, que hace que mis hijas no prueben casi nada de lo que hago... aunque tiene la ventaja de que nunca hay postre por ese motivo: falta no me hace comer de más. No me gusta hacer dieta, ni tomar mis remedios ni darme inyecciones de hierro, pero lamentablemente tengo que hacer las tres cosas. Dejé de plantar plantas (valga la redundancia) en mi jardín porque se las comían las hormigas o me olvidaba de regarlas, y entre mis defectos no está el de ser asesina, aunque ya se me murió un jazmín, como tres hibiscos y al menos media docena de hortensias. Me fastidian los perros, más ahora que tengo dos - odio las bolsas gigantes de Dog Chow, los pelos por todos lados y la baba en el water; pero soy gatera perdida, aulirófila creo que le llaman.

Soy complicada, atropellada y mi imaginación dos por tres vuela; básicamente feliz y agradecida de lo que tengo, aunque no me molestaría ganar algún premio de la rifa de arquitectura que le compré al novio de Pogo. Soy llorona, muy llorona, me gusta ver películas tristes sola, así puedo berrear como una Magdalena sin que nadie se ría de mí, o discutir chateando así ni se enteran y no lo usan en mi contra. Me gusta conversar con gente inteligente que desafía mis neuronas, y que mis mentadas neuronas no me dejen a pie si las necesito; me fastidia, me aburre y me impacienta la estupidez, sobre todo cuando está teñida de soberbia. No soy líder, ni me interesa, pero tampoco soy oveja, que de ovejas está lleno el mundo y ensucian mucho. Trato de no hacerle a nadie lo que no me gustaría que me hicieran (menos a las plantas, se ve) y me parece que seguir la ley del Talión de vez en cuando vendría bárbaro. Creo que que todo sea relativo es muy relativo, que decir que ‘solo sé que no sé nada’ es una apología a la ignorancia, que Voltaire tenía razón cuando defendía el derecho a la expresión y que creer que la vida da vueltas es casi como creer en Dios. A propósito: no creo en Dios, soy laica acérrima aunque me casé por la iglesia ¡gran garantía!

Estem... ¿cuántos caracteres van?

Por suerte existen sitios en la red que se dedican a contar caracteres en un texto, porque ni había llegado a los famosos 320 y ya me había cansado... según el contador de caracteres que usé: “el texto introducido contiene 961 palabras y 5296 caracteres.” ¡Mi dios!

Y eso que me dejé muchísimo afuera; por ejemplo no mencioné que me encantan los lectores que se molestan en leer toda esa diatriba desordenada y confusa, y que aún así, deciden seguir visitando mi blog...

lunes, 19 de octubre de 2009

6

Confusión

Confusa, se miró los dedos rotos y luego al ángel ceñudo que la acusaba desde el techo de la cripta violada. Quiso respirar y no pudo. Recién ahí se dio cuenta de que estaba muerta.

viernes, 16 de octubre de 2009

10

de karmas y cumpleaños . . .

Mi cumpleaños tiene mal karma. Lo sospechaba seriamente ya, pero este año lo confirmé. No hay caso, no hay año que no tenga algún drama por estas fechas. No sé qué habré hecho en una vida anterior, tal vez me dedicaba a robarles juguetes a los niños o tirar arbolitos de navidad, pero no tengo dudas de que fue algo muy malo, porque mi balance cósmico está en rojo.

Torta de frutillasPor lo pronto, ya van dos años que mi madre no me hace la torta de cumpleaños. ¿A ustedes les parece? ¿Más de 20 años de firme tradición de tortas de frutillas con crema para mi cumpleaños y ahora me falla? El año pasado la excusa fue que le festejaban los cinco años a mi sobrino el mismo día; culpa de mi hermana, en fija, ¿por qué no apretó las piernas y aguantó a Brunito unos dias más en la panza? Este año mamá se inventó un viaje al norte; con la excusa de que eran los 87 años de una tía abuela allá marchó ella, feliz de salvarse de batir mis bizcochuelos otra vez. Increíble. Mi bisabuela también debió apretar las piernas. Mi sobrino y mi tía hubieran sido ambos escorpianos y yo hubiera tenido torta de cumpleaños. Pero ni modo, son de Libra, así que me tuve que poner a cocinar yo, y por supuesto la torta no me salió igual: estaba demasiado dulce… aunque mi madre dijo que estaba riquísima; obvio, si no decía eso la mataba, y ella lo sabía.

Ni hablar de cuando intento hacer algún tipo de reunión conmemorativa. Esas también fallan, o directamente no salen, como la que planeaba para esta noche que se aguó totalmente. Que yo recuerde, la única vez que un cumpleaños me salió bien, fue porque no lo organicé yo; la Vaga se ocupó de todo; se ve que ella sí tiene mano para las reuniones exitosas. Recuerdo que lo pasé bárbaro; bebí demasiado medio y medio (una variedad de vino blanco con burbujitas bien uruguaya, para los no iniciados), fumé un porro y coqueteé con el Amigo toda la noche – tal vez por eso la pasé tan bien.

Y bueno, esta noche miraré televisión, seguro algo encontraré para ver. De todas formas, mi cumpleaños fue el 12, hoy solo era el brindis.

miércoles, 14 de octubre de 2009

8

Leyendo romances

Ayer me pasé casi tres horas en el consultorio del oculista. Yo sabía que iba a ser una espera larga; el doctor estuvo enfermo y se habían atrasado las consultas, así que había ido preparada: tenía lectura suficiente para un par de horas. No era la única, al menos tres pacientes más habían tenido la misma brillante idea que yo. Curiosa como soy, no pude dejar de fijarme en qué estaban leyendo los demás. Una señora flaca, de lentes y con pinta de maestra, tenía un libro finito de cuentos de Mario Benedetti; también había un viejo de bigotes que se entretenía con el policía italiano ese… el comisario Montalbano, y una muchacha joven muy abrigada leía a Saramago, un ‘Ensayo sobre la ceguera’ con la imagen de Julianne Moore en la tapa.


Entre medio de tanta lectura ‘seria’, yo saqué de mi cartera mi libro, lo moví bastante para que se pudiera apreciar el brillante colorido de su tapa en rústica, y me dispuse a continuar leyendo sobre los amores de Clare, la humilde maestra de escuela, devota hija de un ministro, y Lord Nicholas, el malvado conde con sangre gitana. En realidad, el malvado conde no es malvado, sino incomprendido, y la mosquita muerta de Clare esconde un temperamento apasionado nada propio de las devotas hijas de ministros de su época… La novela: ‘Thunder and Roses’, la autora: Mary Jo Putney.

Siempre me ha fastidiado la forma en que me miran cuando leo romances; abrir un libro romántico en una sala de espera, en el ómnibus o en casa de mi madre nomás, siempre viene acompañado de miradas de reojo y hasta alguna sonrisa de suficiencia. O si estoy en casa de mi madre y anda mi cuñado en la vuelta, su típico gesto de damisela apasionada (imaginen un hombre grande con una pierna extendida hacia atrás tipo bailarina de ballet en cuarta posición, el dorso de una mano cubriendo sus ojos y un gesto de dolor en la cara – aunque supongo que la intención es parecer apasionado. Ahora dejen de imaginarlo y disculpen la imagen mental creada: era solo para ilustrar el hecho).


Hace unos meses cuando comentaba el libro “Las mujeres que leen son peligrosas” decía:

Muchas veces se subestiman nuestras opciones al momento de leer, generalizándonos a todas como lectoras o autoras de la dudosa categoría de los ‘libros de mujeres’ o ‘literatura femenina’. No importa si nos decidimos por Corín Tellado o Doris Lessing. Pero bueno, eso ya es material para otra entrada.

Parece que llegó el momento de esa ‘otra entrada’. La verdad es que no sé qué problema hay con las novelas románticas que hacen que la gente crea que puede juzgar, no solo la calidad de la lectura elegida, sino al lector en sí, y, en general, el fallo es bastante malo (para ambos). Para la mayoría, las novelas románticas no son serias, están mal escritas y son una perdida lamentable de tiempo, y obviamente quienes las leemos somos gente poco inteligente y sin mucho más que hacer que perder tiempo leyéndolas, claro.

Subestiman al género, y subestiman a las mujeres que lo eligen. Incluso las editoriales lo hacen, las traducciones suelen ser pésimas, total, ¿para qué pagar un buen traductor si sus lectoras leen cualquier cosa?

Yo creo que hasta temen que las mujeres nos creamos las cosas que pasan en esas novelas, y esperemos situaciones semejantes en nuestras vidas; como si no pudiéramos distinguir lo que es real de lo que no. Sin embargo a nadie se le ocurre preocuparse porque alguien pueda creer que se venga una plaga de ceguera sorpresiva – y no hablo solo de Saramago, esa catástrofe la había imaginado ya John Wyndham en ‘El día de los Trífidos’ allá por los cincuenta.


Dicho todo esto, quiero aclarar que no estoy tratando de comparar la historia de Lord Nicholas y Miss Clare con las de Saramago, Benedetti o Camirelli; soy bien consciente de que hay diferentes calidades de literatura, y que si bien las hay buenas, hay muchas, muchas, novelas malas en ese género... ¿pero en cuál no, si a eso vamos? Además es obvio que si a alguien no le atraen los romances no los va a leer nunca, así como aquellos a quienes no les gusta la ciencia ficción o la fantasía no abrirán un libro de Tolkien o Bradbury en su vida. La diferencia está, me parece, en que si bien a mucha gente las novelas sobre anillos mágicos o marcianos no le gustan, no se les ocurre juzgarlas – a ellas y al género entero – como mala literatura; simplemente reconocerán que les gusta tener los pies sobre la tierra en materia literaria y a otra cosa, mariposa.

Lo que estoy tratando de hacer, creo – la verdad es que estoy medio perdida ya – es defender mi derecho a leer lo que se me antoje sin que nadie venga a juzgarme por las opciones que hago. Si hubiera abierto ‘El Señor de los Anillos’ o ‘Crónicas Marcianas’, seguramente no me hubieran mirado de la misma manera ayer; todavía me acuerdo de la sonrisa de suficiencia de la maestra flaca y siento que me eriso. ¿Qué le importa a la gente lo que leo o dejo de leer?

Y solo para que conste, también he leído a Benedetti, Saramago, Tolkien, Bradbury y Whyndham... Camirelli está en el debe aún, como tantos otros.

miércoles, 7 de octubre de 2009

10

El miedo mata la mente

I must not fear.
Fear is the mind-killer.
Fear is the little-death that brings total obliteration.
I will face my fear.
I will permit it to pass over me and through me.
And when it has gone past I will turn the inner eye to see its path.
Where the fear has gone there will be nothing.
Only I will remain.

No conoceré el miedo.
El miedo mata la mente.
El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total.
Afrontaré mi miedo.
Permitiré que pase sobre mí y a través de mí.
Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino.
Allá dónde haya pasado el miedo ya no habrá nada.
Sólo estaré yo.

Letanía Bene Gesserit contra el miedo.
Dune
Frank Herbert



Cada vez que me siento asustada, me acuerdo de esa letanía y la recito. Si me despierto de noche porque suenan las ramas de mi bignonia rosada contra la ventana de mi dormitorio o si los perros ladran desaforadamente, la recito, o cuando mi subconsciente me regala una pesadilla particularmente angustiante y no puedo volverme a dormir, la recito mientras doy vuelta la almohada para no descansar sobre lo mojado. Si es tarde y mi hija aún no ha vuelto, o cuando espero al Amigo y no llega, o cuando mi padre tiene una cita con el doctor y me atacan los nervios (mi madre no va al médico, así que está sana), esas palabras me centran otra vez. Y por supuesto, todas esas otras veces que el miedo es más difícil de reconocer, menos de película de terror y por lo tanto, mucho más real.

Desde que leí Dune cuando tenía unos quince años, descubrí que no hay nada mejor para tranquilizarme que recitar esa letanía; está tan arraigada a mi memoria que no debo ni esforzarme y surge sola, y hace bien su trabajo. Sin dudas las Bene Gesserit eran manipuladoras, inhumanas (visto desde la perspectiva de una ‘animal’) y sádicas, pero supieron escribir un mantra contra el miedo que, al menos para mí, realmente funciona.

viernes, 2 de octubre de 2009

5

EriSada (segunda parte)

"This fellow's wise enough to play the fool,
And to do that well craves a kind of wit."


Twelfth Night
William Shakespeare


Hace un tiempo publiqué esta entrada donde explicaba el porqué del nombre de este blog. Allí básicamente les contaba que erisada venía de Eris, mi nick en una sala de chat que frecuento, y que describía la forma en que me siento cuando me decido a usar ese nick. A diferencia de otra gente que cuando chatea intenta ser ‘ella misma’ a mí me gusta dar rienda suelta a mis estados de ánimo, y por lo tanto, tengo diferentes nicks para cuando me siento de diferentes formas. La gente del chat que me conoce los maneja todos, y muchos de ellos – cautos – responden de manera acorde.

La verdad es que no pensaba elaborar más sobre el tema, Eris, y por consiguiente el neologismo erisada, eran todo lo que deseaba explicar… pero vieron cómo es esto, a veces hay pedidos de la audiencia.

Anónimo dijo...

Estamos esperando la segunda parte, para ver cuáles son los otros perfiles que pueden llegar a emerger de tu personalidad. No es que uno entienda de sicología; si no llegas a conocer una persona con la que vives un largo tiempo, menos pretenderemos hacerlo aquí. Una simple guía de lo que les espera a los que te encuentren en ese chat.

El mismo anónimo de siempre.

Para dejar a mi fiel y siempre anónimo lector contento, haré una cortita reseña de las otras ‘Anas’ que se pueden aparecer por el chat de Montevideo.com.

Multiple personalitiesPues bien, empecemos; si quieren, pueden ir llevando la cuenta: Ally aparece en mis momentos de relax, pacífica y contenta – Ally fue mi primer nick, y los que me conocieron así no se resignan a la dura de Eris, pero bueno, la gente cambia; el nombre es simplemente una sigla formada con mis iniciales. Maja es para cuando me siento particularmente majadera (no hay mucha ciencia en la elección de ese nick). Mesalina se asoma si estoy hot y quiero jugar con el Amigo en el chat, ¿saben quién fue Mesalina, verdad? Si no saben, solo les diré que era romana y promiscua (lo que no quiere decir que yo sea romana, obvio) y Saparagana es una sapa haragana que vive en el fondo de un pozo - ella es para cuando ando cansada, ¿o era anémica?

Después tengo a Penélope para cuando deseo divertirme enloqueciendo gente – se me da bien penelopear (o sea, hacerme la boba y que se lo crean) Me pareció que el personaje de Penélope, con su aguante y fidelidad mientras su marido se divertía por ahí, era buen nombre para cuando quisiera jugar de tonta; sobre todo porque a ella también la subestimaron. Apelo a Splenda si quiero parecer asquerosamente dulce – dulce artificial, claro, por más que lo intente no puedo contra el retrogusto amargo, y por fin a Eris (la más fuerte, sin dudas) cuando estoy ácida y pendenciera... lo normal, digamos.

Creo que esas son todas, pero puedo estar dejándome alguna en el tintero, van muchos años de chat. ¡Y por dios que esta entrada no la lea un siquiatra o me vienen a buscar con el chaleco de fuerza! Sybil es un poroto a mi lado.




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